Publicado en La piedra en el Zapato nº9, 2001.
Si algo caracteriza al precinto 5, aparte de la aglomeración de adictos a los caramelos palitos de la selva, es la ardorosa actividad paranormal que allí se despliega, convirtiendo a la zona en tal vez la decimocuarta o decimoquinta comarca más sobrenatural de toda la zona sur de córdoba, incluyendo barrio Maldonado. No una ni treinta sino sesenta apariciones inexplicables han afectado recientemente la sensibilidad de quienes habitamos el precinto 5, y esto merece por lo menos un resumen que dé cuenta de ello, porque así, señores, así no se puede vivir.
Cuidado con la Santa Ana: si hay una avenida metafísica, podemos decir que ésta es sin dudas la avenida de los muertos vivos, en Arizona, o en todo caso la avenida en la que vivó durante 456 años el conde drácula. Pero el trigésimo lugar en el ranking no está nada mal para una calle local cuyo mayor logro hasta el mes pasado había sido el escueto incidente de los taxistas alcoholizados que tuvieron sexo masoquista con tres perros. Sucede que desde hace un mes, la avenida Santa Ana está transitada ya no sólo por automóviles y motos, sino también por misteriosas fisonomías fantasmagóricas emparentadas físicamente con la imagen de Blanca Curi. Se trata de figuras extrañas, casi místicas, que no hacen más que pasearse de ida y vuelta por la avenida, asustando a los transeúntes. Al parecer, habrían establecido en la citada arteria, una zona denominada “la zona roja metafísica”, y estas figuras no serían sino fantasmas travestis ofreciendo sus servicios a los muertos. (“uno está muerto pero no es de palo”, habría declarado un espectro interrogado por los expedientes secretos astudillo. “Uno es de palo y está muerto, pero tampoco es para pasarse la eternidad al pedo” habría dicho el maniquí fantasma que lo acompañaba). Trascendió que las tarifas son en australes y que ningún ser vivo puede tener más de dos orgasmos si se acuesta con un travesti muerto.
La otra dimensión, en la calle Espora: se cuenta que atravesando la Espora de punta a punta provisto de tres crucifijos, $4,50, alpargatas de yute y una remera de Black Sabath, no se accede a la ruta 20 sino a una dimensión desconocida en la que el tiempo no corre para adelante sino para el costado y el espíritu se desprende del cuerpo y asciende a una categoría mayor, aunque los partidos que juega en esa categoría, van por codificado. Los seres que habitan esa dimensión son insólitamente estúpidos, por lo que se recomienda, antes de visitarla, ir acostumbrando la vista viendo en canal ocho los especiales de Gran hermano, con toda la mierda que ya pasaron y mucha más que no pudimos ver pero que nos merecemos, por pelotudos y por argentinos. Algunos de los que han visitado la dimensión desconocida, dicen no haber podido volver a mirar a los ojos a ninguna persona llamada Eric, ni tampoco pueden volver a juntar las rodillas sin emitir un gruñido parecido al gemido de un elefante en celo. La anécdota más increíble acerca de esta “zona”, es la de la verdulera de sesenta años que dice haber viajado hasta allí sólo para comprobar que en la dimensión oscura, el kilo de peras está prodigiosamente más barato que en el híper libertad, aunque no pudo comprar nada, ya que el verdulero de la otra dimensión no paraba de reírsele en la cara al verla tan grotescamente vestida, y con la remera de black sabath escrita con liquid paper por todas partes con la frase “kill the penguins” bordada en la espalda.
El sombrío y tenebroso sesenta del tiempo: un incomprensible transporte de pasajeros del corredor seis que pasa todos los días a las siete de la tarde pero que en lugar de dirigirse desde Alto Alberdi al centro, va desde el año 2001 hasta el 476 D.C, parando siempre en los años 1945, 1810 y 1492, que son las paradas en las que se va vaciando el colectivo hasta llegar al final del recorrido, con la caída de Constantinopla a manos de los turcos otomanos. Necesariamente, el viaje debe ser pagado con un cospel de segunda sección. El viaje al pasado es algo incómodo por lo tétricas que resultan algunas fechas que interrumpen el camino cual lomos de burro en una carretera no temporal: golpes de estado, guerras mundiales, grandes pestes, bombas atómicas, y Ricardo Montaner. Si uno se para en la vereda del frente, puede tomar el sesenta que va al futuro y asistir en la posteridad a espectáculos de circo en los que enanos irlandeses le tiran platos de fideos en la cara al cadáver embalsamado de María Laura Santillán.