RELATOS

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Dos Margaritas

In Cosas que pasan, Margaritas on octubre 29, 2007 at 9:24 am

Ayer voté por Pino Solanas mientras madre descansaba en una cama, lejos de su cocina, viendo por la tele que su candidato tampoco tendría chances. Ella fue de las primeras en votar a Lavagna: fue, discutió con alguien y volvió a la cama. Tuvo todo el tiempo el celular en la mano, para indicarle a mi hermana cómo se hacen las ensaladas, el menú del lunes y que por favor no se olvide de poner en remojo el trigo burgol.
Se tiene que tranquilizar, porque hoy le llenan la panza de un líquido que nos va a dar más precisiones sobre las dimensiones del ramo de flores que le está tapando un caño. Pero ella no puede quedarse quieta.
Me acuesto a su lado y me da la mano. Opina sobre la política nacional. Le cambió de canal y en Fox están dando Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Le digo que es probablemente la película que más me haya gustado. Le va a pedir a mis hermanos que se la alquilen. Cambiamos de canal.
Me doy cuenta de que no sé muy bien qué tipo de películas le gustan a mi mamá. Tampoco sé mucho de otras cosas. Pienso que he sido feliz viendo Eterno resplandor de una mente sin recuerdos y pienso también que no sé qué cosas hacen feliz a mi mamá.
A veces es feliz pos sus cinco hijos, por las cosas que a veces nos salen bien. Se puso contenta cuando entré a trabajar en el diario, por ejemplo. Y una vez la vi llorar porque creyó que yo era abanderado.
Fue en el jardín.
La verdadera abanderada estaba bailando folclore. Era un acto del 9 de julio. Yo nunca tuve talento para esas cosas, así que estaba al costado, detrás de la señorita. Cuando empezó el cuadro de baile, la abanderada le dejó la bandera a la seño de mi sala, moño fucsia, jardín Manuel Lucero, la salita al frente del arenero, había una tortuga en el tobogán.
Cuando terminó el cuadro de baile terminó también el acto. Sonó la marcha para que se retire la bandera. La seño miró para atrás. Me dio la bandera y me dijo que vaya a dejarla a la cooperadora. Yo salí, escoltado por otros dos. Miré hacia la izquierda y vi a mi mamá llorando. Pegó un grito de alegría. “Mi hijo”. Mi abuela la acompañaba. “Mi hijo es abanderado”.
Cuando salí del jardín mi madre me fusiló a besos. Yo no le expliqué nada. Recibí el cariño, las felicitaciones, el premio. Me llevaron a tomar un helado a Gatelín. Yo sabía que estaba mintiendo. Lo sabía muy bien. Igual me tomé el helado.
Más de dos décadas después no tengo idea de qué haría feliz a mi madre. Sus amigas la rodean y la veo reír. Preparan un viaje a Salta, para visitar a una virgen.
Viajé de vuelta pensando en las cosas que no sé de mi mamá. Por ejemplo, cuántos años tiene. Nació en el 56, pero para mí siempre tendrá 26, que es la edad que tenía cuando la vi llorar de alegría, a metros de una tortuga y un tobogán.

Margaritas

In Cosas que pasan, Margaritas on octubre 25, 2007 at 11:25 pm

-Hola Jenny.
-Hola María Rosa. ¿Cómo te va?
-Mal.
-¿Qué tenés?
-Cáncer. Por eso te venía a decir dos cosas. Que no te voy a hacer la torta para el sábado, y que necesito que me pagues la deuda.

Un día después del diagnóstico mi mamá ya le estaba sacando rédito.
Yo tuve que dejar el diario y todo lo demás para venir a verla. Cuando llegué estaba sonriendo. No va a pasar nada, nene. El problema es que la palabra es muy fea. “Cáncer”. Es horrible.
-Si, mami. Le digamos «margaritas».
-Hermoso. 

La segunda rectoscopía la agarró canchera. Le llevó un presente a la doctora. Una estampita de San Expedito. “Si se la pasan oliendo gases…”. Mis hermanos y yo estamos cinco veces más asustados que ella.

La van a operar, la tienen que operar con urgencia. Le dijeron que por favor no se mueva, que haga reposo. Pero está haciendo de comer. No puede parar de cocinar. La casa hierve. Afuera, la capital de La Rioja es un infierno, y la casa de mi madre es un sauna dentro de ese infierno.

De La Rioja, me doy cuenta de que me había olvidado: los nombres de las calles, cómo se llega al Hospital y lo insoportable que es el sol. Y la energía que le pone mi mamá a las cosas.

¿Hasta qué limites la intimidad de las personas puede ser interesante?

Escribo sobre mi madre porque en dos días me enseñó algo que acaso necesito traducir.

Mi madre guiñándome el ojo tras decirle a la mujer morosa que en unos días le van a extraer una sección de su intestino y que por eso sería conveniente que, vamos, le pague la deuda. Mi madre buscando la alegría de los demás. Ahora le está haciendo una torta a la doctora que le llenó de gas el vientre para ver qué onda. La torta es de chocolate. La veo decorar su regalo y no entiendo algo que sé que me está transmitiendo. Algo que tiene que ver con el amor.

Los trabajos de mi madre: bancaria, fabricante de abanicos de loco mia, vendedora de seguros, panadera, vendedora de agua potable, carnicera. En todos sus empleos fue feliz y después quebró. Ahora hace viandas de bajas calorías para unas 20 personas que le escriben mensajes en el dorso de los folletos: gracias María Rosa, estaban riquísimos. O “La próxima vez ponele menos cebolla porque si no después no puedo cagar”.Y de jueves a sábado abre una lomitería que se llama como el minimarket de mis hermanos, 2014. Le pusieron ese nombre porque quieren que el negocio les permita viajar a ver el Mundial de fútbol en Brasil, en el 2014. A mi mamá le parece un gran sueño.

Mis amigos rezan por ella. Me llaman por teléfono y ella sonríe. Le cuento que mis amigas sabían que ella estaría tal como está ahora, haciendo chistes sobre la especie de papa maligna que tiene atravesada en la cañería. A veces hace chistes que no le entiendo pero igual me causan gracia. Por ejemplo ahora tiene una muletilla: dice “la guitarra de Lolo” para describir situaciones. No sé qué situaciones, aún no he logrado establecer un patrón. Recién hablaba de un hombre y me dijo: “No es exactamente como la guitarra de Lolo pero es algo parecido”.

Hace mucho calor aquí. Es una versión demoníaca del calor. Los ventiladores escupen un aire que parece salir de un horno de panadería. Mi mamá de vez en cuando se sienta y se abanica con unos papeles en los que escribe frases que le van gustando. El que tiene ahora mismo en la mano dice “La voluntad de Dios no me llevará donde la gracia de Dios no me pueda proteger”. “¿Y? ¿Qué onda tu mami?”, me pregunta mientras me acerca una cuchara. Lo que sea que está cocinando está delicioso y se lo digo. “Y eso que tengo margaritas en el culo”, me dice.

All I need

In Cosas que pasan on octubre 16, 2007 at 12:14 pm

1.
Soy todos los días que elegís ignorar. Oh Tom, por tres razones ya no soy la persona que lloraba con tus discos. Una de esas tres razones viaja a Río Cuarto conmigo, me abre la puerta de su casa, me sirve una tarta de atún y me lleva a conocer a sus amigos. Al final del arco iris hay una ciudad que Tom ignora por completo.

2.
Si yo tuviera los amigos de Carla también querría ser fotógrafo y quedarme con algunos perfiles, algunas luces. La manera en que la tarde de río cuarto se refleja en el pelo de la mamá de Félix, por ejemplo. Igual, tengo amigas como para soportar un disco nuevo de Radiohead, llorar en silencio e ignorar mi versión anterior a ellas.

3.
El auto de Elliot Ness era un Nash modelo 28. Uno igual al que hay al frente de la casa de Carla. Nelson lo lustra con el amor que se dispensa a las cosas que le dan sentido a la vida. Me lleva a dar una vuelta. Tiene el volante a la izquierda, y los cambios son al revés. Nunca entendí nada de autos, ignoro todo sobre las cosas que dan sentido a la vida. Si me preguntaran qué combustible usa el Nash diría que anda a Nelson. Que Nelson puede hacer andar las cosas. La parte menos interesante de mí sabe que en el fondo la nafta común es la última responsable. Pero nunca le haría caso a la parte menos interesante de mí.

4.
Sabés que no saben quién sos. Eso te da un extraño poder. Acá no te leen todos los días, ni necesitan caerte bien para que les comentes sus libros de espanto. Acá no saben nada. Por eso estás radiante. Vas a enamorarte de la rubia porque acaba de decir una estupidez. Ella no se va a enterar nunca. Le preocupan otras cosas, te ignora. Y a vos no te hace falta que ella lo sepa. Yo me doy cuenta, y me asumo cómplice de un crimen que no va a cometerse. Cuando seamos más amigos no nos vamos a acordar del nombre de la rubia pero sí de que casi te besa la espalda.

5.
Al final no vi qué medias te compraste y nada de lo que hice en lugar de acompañarte a comprarlas podría consolarme. Mentiría si dijera que habría hecho cualquier cosa por verte con tus medias nuevas, porque podría haber hecho cualquier cosa y no hice ninguna. Igual sé que estabas espléndida en el casamiento de alguien. Nosotros hacíamos tiempo en el sur de la provincia, el colectivo salía a las tres de la mañana, jugábamos a que teníamos 14 años. Vos ignorabas todo eso, estarías bailando, los codos pegados a la cadera, las medias resplandecientes. Me casaría con alguien sólo para que vuelvas a usarlas.

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In Cosas que pasan on octubre 9, 2007 at 11:05 am

Cuidado
¿Por qué cuidamos de los demás cuando cuidamos de los demás? ¿por qué C. me cuidó de esa manera? ¿Qué me dijeron sus gestos mientras la fiebre me aplanaba como a los restos de un perrito atropellado en una autopista? Dormido, soñé que la veía dormir y que el sol iluminaba su cara a través de la ventana y que entonces yo le escribía un poema que invertía las cualidades de las cosas y decía que la luz no llegaba a su rostro, salía de él, y que el pueblo amanecía desde mi ventana. No le dije nada porque se hubiera reído de lo maricón que puedo ser para escribir sobre esas cosas. ¿Por qué cuidamos de los demás? ¿Por qué nos dejamos cuidar por alguien? ¿Por qué me doy cuenta tarde del valor de esos cuidados? Compramos cosas para preparar la comida y no comimos nada, pero si yo se lo hubiera pedido, C. preparaba la cena más reparadora que un enfermo pudiese soñar.

La vida secreta de las palabras
Me estoy convirtiendo en una mujer. Cuando veo las películas me fijo en la ropa de los actores, en las copas que usan para beber, y en cuán encantadores son los hombres que van a enamorar a las chicas. Tim Robbins es un divino. Se hace el pelotudo pero es un divino. Si no lo fuera no aprendería a nadar. O no le diría a su chica que él aprendería a nadar. También me fijo en detalles de sensualidad femenina. Una toma a contraluz, el perfil de los pechos de una mujer. Se van a abrazar y se van a besar, van a llorar. Todo eso dice el perfil de esos pechos. También anuncia la salida a la luz de un desastre. Me estoy convirtiendo en una mujer interesante, quiero ver películas como esta todos los sábados a la noche.

Paracetamol
Cada mordisco de criollito me raspa la garganta. Detrás de la campanita está todo rojo, irritado. No hay placas. Por eso y porque C. insiste me resisto a la automedicación y al consejo que se repite por sms: acitromicina, una por día. Somos cinco chicas. Tomamos mate, escuchamos bandas de sonido de películas. Hacemos jugo de pomelo. La mitad de mi sangre discute con una gripe y una probable infección en mi garganta. La otra mitad recorre furiosa mi brazo mi mano y mi dedo índice cuando le alcanzo el mate a R. y le toco sin querer la mano. No se lo digo aunque algún día se lo voy a decir: me alimento de detalles.

El increíble castillo vagabundo
Lo más fácil, cada vez que Celina dice que una película es hermosa, es decirle que la belleza de las cosas está en los ojos del que las mira. Vos sos linda, por eso la peli te parece linda. Si no, no entiendo cómo demonios te puede gustar Hairspray. Pero eso es lo más fácil, y si bien es cierto que la belleza de las cosas está en los ojos de Celina, El increíble castillo vagabundo puede hacer que hasta uno mismo se sienta hermoso. Yo he vivido en castillos como esos, mi madre es uno de esos castillos y es también una señora vieja que trabaja y limpia todo el día y cuando se duerme parece de 14 años y su piel brilla como los pisos sobre los que insiste en no dejar huella. ¿Qué tan perpetuas son las cosas que parecen perpetuas? La maldad, la crueldad, por ejemplo. ¿Qué tan absolutas son, a pesar de que terminan en d? El increíble castillo vagabundo cambia de lugar porque lo persigue un peligro mayor: el de estancarse en cómo ve las cosas la gente común. Conozco gente común. No me llevo bien con ellos. No dejaría que me cuiden ni un segundo, tenga la fiebre que tenga.

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