RELATOS

(Muy buena la remera)

In Cosas que pasan, Relatos on enero 22, 2008 at 3:57 pm

Cero baile en la reunión de anoche pero el chico de la remera negra tenía cara de estar bailando en sueños con la chica de la foto. Alguien contó un cuento sin acordarse del autor, sobre un pueblo en el que, durante la noche de un cambio de horario, cada vez que llegaban las doce de la noche sus habitantes atrasaban una hora el reloj. Llegaban las doce, y todos ponían sus relojes a la once. Volvían a llegar las doce, y todos, de nuevo, volvían sus relojes a las once. El pueblo quedaba atrapado entre las once y las doce de la noche.
El chico de la remera negra también estaba atrapado entre las once y las doce de la noche de una noche en la que manejó desde la casa de la chica de la foto hasta su casa con la chica de la foto en el asiento del acompañante y llegaron y prepararon la cena sin saber demasiado qué le gustaba al otro en materia gastronómica aunque sí ya sabían qué partes del cuello de cada uno eran vulnerables a la dentadura y a la lengua del otro.
Cero baile en la reunión de anoche pero había que ver la cara del chico de la remera negra, que tenía entre sus manos un libro y dos fotos que la chica de la foto le dejó antes de irse, esa misma mañana, a un continente en el que las chicas de las fotos suelen estar lejos, casadas, imposibles. El que había contado el cuento del pueblo atrapado entre las once y las doce de la noche después contó que cada vez que pasa por el peaje que hay en la ruta que une Córdoba con Río Ceballos escupe la cámara que está encima del cartel que dice “sonría lo estamos filmando”, y que para esta actividad prefiere el invierno porque las escupidas son más contundentes, y que durante el verano se trataba más bien de una lluvia de perdigones, y que cuando viaja con sus hijos los chicos le preguntan si le dio, si le dio, si acertó a la cámara que está encima del cartel que dice sonría, lo estamos filmando.
El chico de la remera negra escucha sin oír, u oye sin escuchar: ni yo ni el chico de la remera negra sabemos la diferencia. Lo cierto es que el chico no prestaba atención y acaso yo sólo podía mirarle la cara y adivinar que estaba bailando con la chica de la foto, que su cuerpo sentado torpemente frente a la mesa no podría haber sido ninguna evidencia fuerte de que él estuviera allí y no bailando con la chica de la foto, que es rubia y sostiene un cigarrillo como si sostuviera la materia aérea del alma del chico de la remera negra, que de vez en cuando abre el libro y mira la foto que hay dentro y lee la dedicatoria pero no la muestra. Y yo quiero saber qué dice, o qué canción están bailando. Quiero detalles.
El narrador de historias increíbles de Mendiolaza sabe que nos tiene a todos en un puño y que puede hacernos reír con medio gesto de sus pestañas: primero especula que uno puede ir a Merlo, San Luis, y estando a punto de llegar pero aún del lado cordobés, puede llamar a una mujer a las once de la noche y decirle “nos veamos a las diez y media”; y después cuenta que atravesó la frontera entre Perú y Ecuador mientras ambos países estaban en guerra y él llevaba faso paraguayo en la mochila porque sabía que el faso ecuatoriano tiene gusto a mierda y no pega, no pega, así que atravesó las trincheras con una piedra en la mochila y a trescientos metros de la zona de guerra ya había playa, turistas y gente paseando y comprando y señalando peruanos con el dedo.
El chico de la remera negra está bailando un tema de Calexico. Me lo dijo de una manera sutil: “hoy estuve escuchando Calexico”. Fue una excusa, una manera de decirme que estaba bailando con la chica de la foto. Quiero que entienda que podemos compartir una complicidad: en sus sueños, despierto, voy y le pido que me deje bailar una canción de Magic Numbers con la chica de la foto y entonces él abre el libro y me muestra la primera página de una novela que se llama El beso y que tiene en letras manuscritas un manifiesto: “hoy, nuestro mejor testimonio”. Le pido que me deje bailar una canción con su chica de la foto y él asiente. Cero baile en la reunión de anoche pero yo bailé Love me like you sostenido como un cigarrillo en las manos de la chica de la foto que estaba dentro del libro que tenía en sus manos el chico de la remera negra.
Se fue temprano: dijo que quería dormir pero somos amigos y sé que en realidad manejó hasta su casa con la chica de la foto al lado: ella le contaba viajes por África y le acariciaba la nuca, los hombros, y los brazos, y le decía no te duermas, chico de la remera negra, no te duermas, y él sabía que estaba atrapado entre las once y las doce de la noche de una noche cuando la chica le dijo, entre otras cosas, algo sobre el presente absoluto. 

  1. ofrezco miles de reproducciones de la chica. quien te dice, por ahi la imagen se vuelve materia.

  2. le aviso a mi amigo. quién te dice.

  3. ay como estamos…

  4. si si!!!
    como estamos!!!!

  5. yyyyyyyyyyy… yo creo q estamos como queremos!

  6. ja!
    siempre listo niño
    me gusta la idea de bailar magic numbers
    (aunq la verdad es q no bailo nunca)

  7. a mí me gustaría hacer como mi amigo y bailar Calexico. Con la chica de la foto, que es siempre la chica de los sueños.

  8. Oh; ahora q leí esto qisiera estar bailando con la chica de mi foto; pero ella está en pinamar, y seguro q estrá bailando, espero q sola ja.

    P.d:Por algun extraño movimiento de mis ojos empecé leyendo el relato con la idea de q en el título decía «muy buena la RAMERA», lo cual dado el contexto del blog no me pareció raro. Caundo terminé de leer, aunque patinando en el éxtasis de un presente absoluto, una decepción enana me invadió porq no pude ver ninguna RAMERA, q encima esté buena. en fin, excelente relato…

  9. «El símbolo no significa nada ni comunica nada, pero hace transparente algo que está más alla de toda expresión. El símbolo es entendido es entendido intuitivamente es un sólo acto, o no es entendido en absoluto. Él es una ´Totalidad momentánea´que es percibida intuitivamente en un AHORA místico, que es la temporalidad propia del símbolo» Scholem. Esa Totlaidad momentánea me transmitió el relato: como la foto para el chico, como para cualquier tipo que tira anclas en los ojos de una mina, y eleva la bandera blanca. Y dice Basta, aca nomás. Aunque el tiempo pueda profanar ese ritual, y uno visite una que otra playa. Igual, yo sigo bailando New order(blue mondey) en el ojo con ella, una y otra vez. Como una totalidad momentánea…

  10. a mi también me gustaría bailar con el chico de la remera negra, aunque fuera de cualquier otro color, y escupir la cámara también…

  11. «Cuantas veces navegaste en mis sueños
    Y ahora llegas a mi despertar
    Que es mi sueño más profundo»

  12. javi, la verdad que no hubiera estado mal ese título. bien por tus ojos, que hicieron de un título soso uno interesante. Y qué bueno lo de Scholem mezclado con New Order en el Ojo Bizarro. Nada como bailar New Order con tu chica en el ojo Bizarro, y esa fuckin sensación de totalidad. Lástima que hay un después, que ese después es de día, que el sol es tan cruel…

    euge: ojo que hay que pasar a una velocidad justa: demasiado rápido, el viento cambia la trayectoria de la escupida.

    nïsha: ¿el profeta?

  13. Yo pensé que te referías a la remera que usaste para la presentación de la piedra en el zapato.

    (Muy buena, si, pero calurosa)

  14. entre tanto francés y tanta foto, no te olvides de ser bueno, ni de acordarte…
    (y) !!!!! jajjajajajajjajaja

  15. Santa Bernardina del Monte

    Para ahorrar energía eléctrica, las autoridades de Santa Bernardina del Monte dispusieron que a la cero hora del día veinticinco los relojes se atrasaran una hora, pasando a marcar las veintitrés horas del día veinticuatro. De este modo la gente que tuviera que levantarse a la hora siete del día veinticinco no tendría que prender ninguna luz, ya que en realidad serían las ocho y el sol estaría ya en plena actividad.
    Cuando llegó el momento -la cero hora del día veinticinco- la gente de Santa Bernardina del Monte, obediente como era, atrasó sus relojes una hora. Fueron entonces -o volvieron a ser- las veintitrés horas del día veinticuatro. Una hora después, los relojes volvían a marcar la cero hora del día veinticinco. La gente de Santa Bernardina del Monte, obediente como era, atrasó sus relojes una hora. Volvieron a ser entonces las veintitrés horas del día veinticuatro. Una hora después, los relojes volvían a marcar la cero hora del día veinticinco.
    -¿Qué hago, mamá? -preguntó un joven- ¿atraso el reloj?
    -Por supuesto, hijo: debemos ser respetuosos de las disposiciones de la autoridad – contestó la madre.
    Todos los habitantes de Santa Bernardina del Monte obraron en consecuencia con ese precepto. Pero una hora después los relojes volvían a marcar la cero hora del día veinticinco. Nuevamente los pacíficos habitantes de Santa Bernardina del Monte atrasaron sus relojes una hora. Se pusieron entonces a esperar el transcurso de los sesenta minutos que faltaban para volver a atrasar los relojes. Pero algunos tenían sueño y se fueron a dormir, no sin antes dejar turnos establecidos de tal modo que siempre hubiera alguien despierto a la hora de atrasar el reloj.
    A la mañana siguiente seguían siendo las veintitrés horas del día veinticuatro. Una hora después era la cero hora del día veinticinco, e inmediatamente después volvían a ser las veintitrés del día veinticuatro. Faltaban nueve horas para que abrieran las oficinas y los comercios. Una hora después faltaban ocho, pero en menos tiempo del que tardaba un gallo en cantar -y efectivamente había muchos gallos haciéndolo- volvían a faltar nueve.
    Los habitantes de Santa Bernardina del Monte, de mantenerse este estado de cosas, habrían muerto de inanición. Sin embargo muy otra fue la causa de su muerte. Tres días después del cambio de hora, un funcionario del gobierno central que pasaba por el pueblo interpretó la actitud de los lugareños como huelga general por tiempo indeterminado, y dio parte de ello a sus superiores. Poco después, diez mil soldados entraron con helicópteros y tanques a Santa Bernardina, aniquilando a los insurrectos. Los relojes del pueblo, entonces, quedaron divididos en dos categorías: los que averiados por las balas, estaban clavados en una hora entre las veintitrés y las veinticuatro, y los que seguían marchando libremente, pudiendo llegar hasta más allá de la cero hora sin que nadie los tomara por las agujas para atrasarlos. De todos modos algunas horas después ellos solitos volvían a marcar las veintitrés, como si sintieran nostalgia de sus disciplinados dueños, que en paz descansen.

    Leo Masliah
    La tortuga

  16. En mi http://exequi.spaces.live.com yo tenía una categoría «Cosas que pasan». Ergo, Ud. debe indemnizarme o lo demandaré por plagio.

  17. no me olvido, no me olvido, NT. No me olvido.

    Exe: gracias por el cuento, buenísimo. No me acordaba del autor. Sobre la denuncia de plagio, la fila para ese tipo de demandas se hace desde las 7 de la mañana. Abrazos.

  18. muy bueno ema, muy bueno… un beso

  19. Brillante, Ema.
    Me colgué pensando… subtítulo nuevo para el blog: «Emanuel se cree estrella de rock», :P
    Saludos, de la groupie

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