RELATOS

25 ciudades / prólogo

In Cosas que pasan on diciembre 22, 2007 at 4:25 pm

En 1995 o 1996 –no quiero recordar la fecha exacta- yo vivía en La Rioja. Tenía novia y compañeros de secundario. Acababa de ganar un premio literario provincial a partir de un texto que hoy leo con vergüenza. El concurso trataba sobre un aniversario de la muerte de Vicente Chacho Peñaloza. Escribí un texto en tono elegíaco epistolar, pura intuición, a partir de mínimos datos que pude recabar sobre un nombre que para mí, hasta entonces, apenas estaba relacionado a un barrio de la capital riojana. Mis lecturas eran reducidas. Por desinterés, porque en casa no había libros. Mi escritura es amateur, puro sentimiento. “Venite, Chacho”, comenzaba aquel texto eufórico cuya copia conservo en una caja junto a las cosas que me hubiera gustado jamás escribir.
Lo cierto es que el juicio crítico sobre el texto se me impuso muchos años y muchos libros después. En ese momento, me sentí muy bien y muy halagado por haber ganado mis primeros 300 pesos a partir de lo que ya creía era mi vocación.
Resultado: comencé a participar en cuanto concurso existiese.
Le siguió uno en el que me hicieron creer que había obtenido una mención. Yo había enviado dos cuentos. A vuelta de correo, una carta emocionó a mi madre y a todos los allegados. Por la suma de 150 pesos, yo podría publicar en la antología de los premiados. Los cuentos –yo entonces no lo sabía- eran francamente malos. Ingenuos, catárticos, pura adolescencia.
La panadería de mi madre estaba camino de su sexta bancarrota, pero yo había sido premiado recientemente por la Provincia, así que acudí a una secretaría de la juventud o algo así. En aquellos ’90, el Estado riojano tenía fondos para excavar la cordillera de los andes en busca de un camino intraterreno a China. 
Deposité el dinero y al mes me llegaron 15 libros. Mi nombre estaba impreso en el índice de un volumen que llevaba el espantoso título Torrente de poesía y cuento del Río de la Plata. Mamá lloró de emoción. Tengo noticias de que papá también, aunque uno de los cuentos era una manera infantil de recriminarle sus ausencias.
Me sentía un escritor.
Entonces llegó el diario. El papá de mi mamá desconfió siempre de los oficios no contables, pero se había sumado al entusiasmo familiar por la seguidilla de pequeños premios que el primogénito de su hija estaba cosechando.
Mi abuelo lee el diario todos los días en un bar que queda frente a la plaza de Alta Córdoba. Un día de 1995 o 1996 leyó un anuncio de un concurso literario organizado por La Voz del Interior. Premios en efectivo y publicación del cuento.
Mamá compró una edición dominical y me dijo que yo tenía que participar. Venía invicto. Tal vez haya sido 1997. No quiero recordar la fecha.
Escribí dos cuentos. Yo había viajado a Córdoba para averiguar sobre las inscripciones para la carrera de Letras, así que llevé el sobre personalmente a la sede del diario en barrio Alta Córdoba, muy cerca de la casa de mis abuelos.
Le dejé el sobre a un recepcionista de bigotes.
El día del fallo mamá compró el diario muy temprano. Hernán Arias había ganado el primer premio. Mi nombre no figuraba en ninguna lista ni siquiera de menciones.
Mi novia me abrazó y yo entendí ese abrazo diez años después. Ese día me entristecí y decidí dejar de escribir. Los hinchas de Talleres no sabemos perder.
Volví a leer los cuentos unos años más tarde. Yo mismo no sólo no me hubiera premiado, probablemente hubiera impreso varias copias para repartirlas entre mis compañeros y reírme de la colección de lugares comunes que había podido concentrar en diez páginas.
Pero entonces yo estaba desconsolado.
Día a día, durante todo el verano mamá compró el diario porque en la página de Cultura publicaban también los cuentos no premiados pero que habían estado bien.
Hacia la una de la tarde, porque el diario llegaba como a las 11, a mí me atacaba la misma decepción. ¿Qué haría de mi vida, yo que ya había decidido estudiar letras para ser escritor?
Mariel -así se llama la mujer que más me quiso- me abrazaba y me decía que no importaba, que yo iba a ser escritor. No me decía que para ella yo ya era un escritor. Hacía bien y me decía que yo iba a ser escritor.
Yo le dije que no. Que los periodistas hacían copias de los cuentos de los escritores y se reían entre ellos de lo mal que escribían los escritores. Yo no iba a ser escritor, o por lo menos no iba a volver a ser evaluado por periodistas.
Estaba enojado. Aunque tenía una certeza: quería trabajar en el diario.
Le dije a Mariel que algún día yo trabajaría en La Voz del Interior y publicaría mi propio cuento. Ella me dijo que no le quedaban dudas. Que así sería.
Mamá dejó de comprar el diario y yo viajé a Córdoba para quedarme a vivir, abandonar una carrera, vender folletos y tarjetas personales, cocinar en una lomitería, trabajar en todos los supermercados de la ciudad y hacer una revista que me llevó a otra revista y después a un diario y después a la sección Cultura de La Voz del Interior.
Carlos Schilling me llamó para colaborar en esa sección en marzo de 2005. Recuerdo la fecha. Durante el verano inmediato, ya en 2006, cubrí las vacaciones de Demián Orosz, el coeditor.
Durante los veranos, la agenda de noticias se reduce a cero. No se muere ni nace ninguna figura relevante del ambiente cultural, ni nadie saca nuevos libros, ni ocurre nada que pueda salir en el diario. Entonces la sección publica cuentos. Hasta 2006 fueron cuentos de autores cordobeses y cuentos clásicos.
Mi pequeña fábula de venganza contra mi propia tristeza llegó a su fin con un cuento tan malo como aquellos que pasaron sin pena ni gloria por las manos del recepcionista de bigotes. Y yo ese día me sentí escritor.
Mariel ya no era mi novia pero compró el diario y me llamó por teléfono, contenta. 
Vos sabías. Siempre supiste.
Las casualidades, le dije. Las casualidades.

2007
Al año siguiente el diario decidió abrir la sección Lecturas de verano a autores cordobeses no necesariamente reconocidos o famosos. Atenta al crecimiento de los blogs, de las editoriales independientes y de la autogestión como posibilidad de publicación en autores jóvenes, la sección lanzó, además de invitaciones personalizadas a los escritores que ya conocíamos, una convocatoria abierta a través de los sellos editores y de algunas indagaciones en Internet.
La pregunta fundamental era si íbamos a tener cuentos para todos los días del verano, desde el 2 de enero hasta principios de marzo. La pregunta fundamental era si en córdoba existía un campo literario como para publicar un cuento de un autor diferente cada día.
Más de un centenar de relatos respondieron a esa pregunta. Unos 70 fueron publicados, incluyendo un segundo cuento de mi autoría, que ya no estaba tan mal. Dos o tres correcciones de Carlos Schilling lo salvaron de mi vicio por los finales de cine clase B.
De esos 70, 25 forman parte de esta antología.
El nivel de los 70 textos publicados durante el verano de 2007 fue desparejo. Técnicamente todos comparten cierta gentileza formal. No hubo mayores experimentaciones narrativas arriesgadas ni ensayos de revolución de las formas. Acaso un signo de los tiempos: ¿la vanguardia de la década es clasicista? Creo que por lo menos se puede decir que la mayor parte de la producción literaria que nos llegó al diario ese verano atendió mucho más a un cruce entre la tradición principio-nudo-desenlace y la tradición narrativa norteamericana de los ’60 que a cualquier otro esquema. También es cierto que el diario como medio de publicación de un cuento acaso supone para los autores una serie de reglas implícitas asociadas a la urbanidad narrativa. Digo: tomar esos 70 relatos o incluso estos 25 como una muestra acabada de la totalidad de las líneas en juego en la literatura cordobesa contemporánea sería un gesto de ingenuidad. Más certero es ver en las Lecturas de Verano una metáfora inconclusa de algunos caminos tomados por escritores cordobeses de varias edades y escuelas.
Por ejemplo: el parentesco estilístico entre los relatos de Cristina Bajo y Cristina Loza propone un punto de partida para un posible estudio de cómo, a partir del éxito de la primera autora, la narrativa inglesa del siglo XIX adquiere una renovada fuerza modélica.
En los relatos de Santiago Ramírez, Pablo Giordano, y Federico Racca y Guillermo Daghero, por ejemplo, la tradición en cuestión apunta más hacia Norteamérica, la década del ’60, la teoría del iceberg y la Italia de posguerra. 
Kike Bogni y José Playo, en cambio, proponen una literatura que recrea un registro costumbrista emotivo –futbolero en el caso de Bogni, de anécdota humorística en el caso de Playo- de presencia creciente en el campo literario argentino y que tras los homenajes en vida a Roberto Fontanarrosa y las secuelas editoriales de su muerte amenaza con abandonar su particular marginalidad.
El nivel desparejo fue una consecuencia natural de la curaduría abierta que se adoptó como criterio de convocatoria. Además, la definición –bastante cómoda por cierto- de “desparejo” es tan subjetiva como cualquier lectura. Quiero decir que algunos cuentos me gustaron mucho, otros más o menos y algunos no me gustaron para nada. Pero la mayoría estaban escritos de acuerdo a cómo se entiende hoy, en un medio de información, que algo está bien escrito: correcta ortografía, coherencia gramatical en las oraciones, cierta fluidez y precisión narrativa, tono más o menos apto para todo público, claridad y longitud adecuadas al diario.
En ese sentido Lecturas de Verano no define una estética de lo que se escribe, y, como hijo natural de esa sección, este libro tampoco.
Lo que sí puede hacer 25 ciudades es proponer grandes momentos de lectura. No se trata de un libro militante: me aburren mucho las antologías hechas para demostrar la vitalidad de un campo cuya muerte nadie está interesado en discutir, y me gustaría equivocarme en cualquier cosa menos en hacer un libro cordobés en tanto son cordobeses los alfajores, la tonada y las derrotas deportivas. 
Tampoco se trata de un rescate: los libros no rescatan nada. Acaso se puede pensar que un cuento tiene más prestigio y perdurabilidad en un libro que en un diario. Las reglas de juego que definieron al diario como un producto efímero han cambiado, y por ejemplo hoy cualquier persona puede acceder a las ediciones viejas de un periódico en Internet, mientras que encontrar un libro editado hace tres años, por ejemplo, que no se haya convertido en clásico universal, es casi imposible sin ayuda de la suerte y de una librería de saldos.
25 ciudades es una propuesta de lectura de parte de la narrativa que se escribe en Córdoba. Elegí los relatos que me parecieron más representativos de una idea que creo compartir si no con los autores sí con los cuentos: la literatura tiene que ver con el placer.
Algunos de los autores que participan de esta antología son escritores que admiro. Otros, autores a los que me prometí seguir. Algunos, además, son mis amigos.
Elegir un relato de un amigo puede ser éticamente cuestionable, pero confío en que ese peligro depende de que el texto sea bueno o malo. José Playo es mi amigo, por ejemplo, pero excluir su excelente cuento de este libro por esa circunstancia sería una ridiculez. No editaría este libro si no pudiera incluir el cuento de José.
Con José nos hicimos amigos en 2002. Yo hacía un revista, La Piedra en el Zapato, y él otra, Peinate que viene gente. Yo presenté en público su libro de cuento con la esperanza de que él me presente a una amiga suya. Hemos sido amigos durante cinco años y salvo que José postergue mucho más el encuentro con su amiga, seremos amigos cuando tengamos 40 o 50 años. A los 60 ya estaremos seniles y no nos acordaremos de nuestros propios nombres. Lo que quiero contar es que hace unos meses, llamé a José por teléfono para decirle que quería publicar su cuento. Nos citamos para una cerveza en su casa y cortamos.
A los cinco minutos José me llamó. Después de cortar, había dejado su celular en un estante de la biblioteca, frente a una antología en la que él había publicado por primera vez. Eran unos poemas que él considera, ahora, adolescentes e ingenuos. José vio el lomo del libro y lo sacó, y recordó que alguna vez había pagado 150 pesos para publicar sus poemas premiados. Abrió el libro en el índice y empezó a leer los nombres de los que habían caído en la trampa.
Este es el segundo libro en el que nuestros nombres ocupan el mismo índice.
Las casualidades, me dijo. Las casualidades.
 
 

  1. Yo creo que como dice Dolina, Siempre hay una grieta por donde se filtra el destino. Era tu destino, el circulo de las casualidades le llamo yo. Cosas sueltas que no tiene conexión ni siquiera relevancia, se cierran en un punto y entendemos todo. Un beso.

  2. hoy, de repente, me acordé que yo era admiradora de la piedra enel zapato,pensaba que emanuel ya no tendría tiempo para esas cosas y que ahora tenía un trabajo mucho más serio e importante que atender escribiendo para el diario y sentí un poco de tristeza porque, tal vez, emanuel ya se habría convertido en un hombre «serio». después entré a mi correo y había recibido una invitación por la vuelta de la revista! qué extrña casualidad! telepatía!
    aunque parece que todavía emanuel no se siente un verdadero escritor. hay cosas que no cambian…
    y eso es bueno.

  3. yo casi caigo en eso. tuve la suerte de saberme nefasta antes de mandar los 150, y de ahí esa bella sensación me acompaña. por momentos la olvido e insisto en escribir. por otros me frustro y me duele la panza como hace 5 minutos. y justo me crucé con su texto y me dio media sonrisa.

  4. Creo que ése es el karma del escritor, Emanuel: que lo que escribimos ayer hoy nos parezca malo… y tener la posibilidad de que lo que escribamos mañana sea un poco mejor. Ah, y tratar de no creérsela, por más que te soben el lomo. Un abrazo y felices fiestas. GRA.

  5. ayer, de repente, recordé que era una admiradora de la piedra y pensé que emanuel ahora no tendría tiempo para esas cosas, que tendría mucho trabajo en el diario. luego entré a mi correo y me enteré que la piedra volvió. Felicitaciones!
    pero veo que emanuel aún no se siente un verdadero escritor. hay cosas que no cambian…
    y eso es bueno

  6. Yo también me alegro de no haber enviado los $150. Toda una producción inédita y vomitiva, murió en mi asador.

  7. no te he pedido permiso, porque no tenia ganas.
    te saque un rato el dibujo de la piedra que sale abajo pal blog mio.
    pa putearte un ratico.
    pero una palabra tuya, bastara para sacarlo.
    o no.
    que se yo.
    vistes?

  8. Hola amigo, te estoy leyendo en una bilbioteca publica de la ciudad de park city, en utah, pase del cineclub a eeuu, en marzo vuelvo. Leerte aca es otra historia. Te felicito por esta hitoria, me gusto mucho. A mis amigos mas amigos les confieso que yo quiero ser escritor. Lo quiero ser en serio, ojala la casualidad me lleve ahi, por lo pronto, tengo que llamar a un tipo para que me deje lavar los platos en su restaurante. Te mando un gran abrazo amigo. adios. gabi.

  9. excelente el prologo, emanuel…

    Me voy a hacer un tiempo para encontrarlo.

    Suerte con la revista, tambien.

    Saludos desde aca.

  10. Todos tenemos algo que nos hizo impresionantes en un momento y que ahora preferimos esconder. Muy buen blog.

  11. De todas las alcandesas, la más agradecida. De todas las ciudades, la más hiperbólica. De todas las historias, la más infinita. Salut!

  12. Mmmmmhhh mañana es el gran dia! Nunca respondiste de forma afirmativa o negativa directamente a mi proposicion, por ende voy a tomar tu comentario como un SI! efusivo reprimido por timidez a la aceptacion directa de mi propuesta que tanto te gusto. Porque si la respuesta hubiera sido negativa, lo hubieras dicho sin rodeos… o no? No tengas miedo, solo quiero tratarte suavemente.
    Voy a necesitar que me des una palabra clave o contraseña para decirte de forma no directa (como hiciste vos) que soy yo y que esta es mi espalda, toda para vos.
    Espero coordenadas.-
    over and out

  13. de haber sido mariel hubiese hecho lo mismo.

    de esa casa de alta córdoba tengo un bago recuerdo de la cocina….que habitaciones solas pueden ser las familias a veces, que somos parte de la misma y no nos conocemos……..

    abrazos

  14. es increible, yo llevé un cuento (policial) a la sede de La Voz y estaba ese recepcionista bigotudo, era en la Urquiza,pasando las vías(tampoco fue elegido ni a los 20) y estudié Letras en la Nacional, siempre soñe con trabajar en el diario,escribir, pero nunca me dediqué el tiempo necesario a ésta pasión. Es más, compre los 70 fascículos de un curso de literatura del que sólo leía los poemas y luego guardaba. Por supuesto soy hincha de Talleres. Mande una Ñ a tu revista Diccionario, agradezco que la hayan publicado en la página, es un honor.

  15. =( Saliste corriendo en cuanto terminaron de hablar… Que onda? No te quedaste. Esperaba verte un poco borracho y animarme a acercarme…
    Igual no pienses que me doy por vencida, seguire esperando el momento adecuado u.u ya llegara…
    A menos que me invites vos a hacer algo antes.

  16. Eso me pasará a mí en 10 años cuando vuelva a leer la L de Lujuria que mandé para Diccionario?? :S
    Sería normal supongo, pero no me quiero adelantar…!
    Si tenés ganas, será un placer que pases por mi blog y critiques (constructivamente! jajaja).. y me digas si estás de acuerdo (o no..) con que ponga este link en la lista de otros blogs, es uno de mis favoritos.
    Saludos y excelente año para vos y tu gente y sus margaritas!

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