RELATOS

Experimentos /// 1. Colectivos.

In Experimentos con la verdad on agosto 23, 2006 at 12:28 pm

 

 

30 días intentando hablar con quien se siente al lado mío en el colectivo

Día 1

Tomo 4 colectivos por día. En total paso cerca de 2 horas y cuarto arriba de una máquina que en general hace mucho ruido y durante esas horas casi siempre odio mi vida y odio a mis parientes con plata, y odio a los que pasan en autos que me gustaría tener. Y si es verano, odio a los que pasan con las ventanillas cerradas, porque los imagino con aire acondicionado.

Durante un año manejé por casualidad un volkswagen Gol con aire acondicionado. El mundo era otro y de vez en cuando me sentía buena persona arrojando unas monedas a los limpiavidrios o al tipo que vende unos poemas espantosos fotocopiados en papel 70 gramos. Le decíamos Bort, al auto, y creo que todavía le digo Bort, cuando sueño con él y con su andar suave y con su potente motor. Y con mi actitud me chupa todo un huevo que, maldición, quedó en aquel asiento.

Ahora paso 2 horas y cuarto entre un R1 y un A5. Odio mi vida. Se lo digo al tipo que tengo al lado. Es un señor mayor, por lo que espero que me entienda. Lo digo también mirando por la ventanilla hacia un volkswagen Gol muy parecido a Bort. El tipo se sorprende y no sabe si le hablo a él. Me doy vuelta y lo miro a los ojos. Le pido disculpas, porque no me animo a ser el personaje que necesito ser para escribir este fuckin experimento. Quisiera decirle que hay una cámara oculta que lo está filmando, porque adivino en sus ojos alguna pretensión de ese signo. Pero no, man. Soy sólo yo, un perdedor a bordo de un A5 diciéndote que odia su vida. El viejo resulta comprensivo y me pregunta dónde trabajo. No tiene nada que ver, le digo. Odio mi vida porque tengo 27 años. Me mira de nuevo. Se ha dado cuenta. Soy un pelotudo atómico. Toco el timbre en la próxima parada, unos 3 kilómetros antes de mi destino. Prefiero gastar otro cospel, esperar 40 minutos más hasta que pase el próximo A5, pero no seguir viendo al viejo. Cuando bajo estoy todo transpirado y me preocupa mi olor corporal. Los perros, recuerdo, saben oler el miedo.

 

Día 5.

Ya me es más fácil. Empiezo con un clásico. ¡Mierda, qué calor que hace! No falla. Es enero en una ciudad caliente. Del asfalto sale un vaho ardiente como si debajo se gestara el infierno. Estoy al lado de una mujer, por lo que naturalmente tiendo a hacerme el gracioso. Le digo que el asfalto despide un vaho ardiente como si debajo de él se gestara el infierno, aunque todos sabemos que si el infierno existe, tiene la forma de un A5 camino al aeropuerto un miércoles a las dos de la tarde. Se ríe. Me empieza a contar su vida. Viaja todos los días cuatro veces en el A5. Cuida a una mujer en el centro por la mañana y atiende una librería, también en el centro, por la tarde. Vive en barrio Los Boulevares. Tiene dos hijas. No la soporto.

 

Día 14.

Empieza febrero y el A5 retoma lentamente su extraña fisonomía, su blend de operarios del parque industrial y alumnos de la Universidad Siglo 21. Adoro ejercitar mi prejuicio hacia los alumnos de la Siglo 21. Considero sin objetividad que son todos, todos, pelotudos. Muchos de ellos hacen un esfuerzo increíble por no desmentirme. Me siento al lado de un flaco que huele a perfume importado y lleva lentes oscuros. Desisto de cualquier conversación. Mi experimento no tiene un tribunal de fiscalización y si hoy no hablo con nadie, mejor. Este flaco debe ser un pelotudo. Me dispongo a escuchar Pink Floyd. Wish you were here, el disco, dura lo que dura un viaje centro – aeropuerto. Imagino que hablo de Pink Floyd con el flaco de al lado y tomo nota. Él también piensa que Shine on you crazy diamond es tal vez la canción más hermosa de la historia de la música.

 

Dia 20.

Tiene el pelo como una alfombra mágica. Le decíamos alfombra mágica a una especie de tobogán gigante y ondulado que había en un lugar que creo que se llamaba La Chascarita, en Villa Rivera Indarte. Estaba clausurado, el tobogán, según la leyenda debido a algunas muertes confusas. Nos colábamos por unos agujeros del alambrado y nos largábamos usando bolsas de arpillera. Ninguno de nosotros murió hasta ahora, pienso, antes de volver a verla. Al principio especulo que se trata de una de esas pendejas bonitas de la Siglo 21 y que en cualquier momento empezará a hablar a los gritos en tono histericón con alguna otra nena bien sobre lo malos que son los profesores de lógica. Tengo un resentimiento social infinito. Pero después la miro bien y tiene un diario Perfil entre sus cosas. No puede ser una alumna de la siglo 21. Esas chicas no leen Perfil. Ni son tan delicadamente bellas como la que se sienta a mi lado ahora. Abro un libro: Carta al sargento Kirk y otros poemas, de Juan Sasturain. Por el rabillo del ojo noto que ella lee los poemas del libro que tengo entre mis manos. Me convenzo de que nunca hubo en el A5 una chica más linda y se me ocurren catorce maneras de decírselo pero no me animo a ninguna. Me emociono con un poema de Sasturain que dice algo de Perón y Evita, y me doy cuenta de que otra vez me ataca una necesidad de cariño demoledora. Si me diera vuelta en este instante y le hablara a esta chica mirándola a los ojos, lloraría. Y si a esta lectora de Perfil le gustasen los hombres sensibles, imagino, podríamos bajar juntos del A5 en la puerta del hotel por el que estamos pasando sin siquiera conocernos. La miro a los ojos, entonces. Me dice: hola Emanuel.

 

Día 27

Yo siempre estuve convencido de que iba a cambiar el mundo. No de cómo iba a lograrlo, pero sí de que algo haría. Tengo la mitad de mi vida por delante y de vez en cuando me ataca ese convencimiento y me siento un tractor barranca abajo. Ahora bien: la potencia de ese sentimiento disminuye notablemente a bordo de un A5. Y sobre todo si viajo parado. Hace semanas que sólo hablo del calor y de la transpiración y de lo difícil que se hace esperar este fuckin colectivo. La chica que sabía mi nombre pero no recordará mi cara no ha vuelto a subir en el de las 13.30. El chofer pasa de largo sin subir a unos tipos que esperaban en la parada de Paraguay y Deán Funes, pero se detiene más adelante, para dejar pasar unos autos. Los tipos corren y se suben por la puerta del medio, la que está destinada al descenso de los pasajeros. Los tipos putean al chofer y éste los obliga a bajar. Le dicen que ellos son trabajadores que quieren ir a trabajar y que él no tiene derecho a no parar, es más, tiene la obligación de parar y subirlos. El chofer dice que el colectivo está lleno, pero no es cierto. Lo insultan un poco más y se bajan. Arriba del colectivo, cuatro inspectores municipales de tránsito observaron toda la escena. Los demás pasajeros comienzan a solidarizarse con los que quedaron abajo e insultan al chofer. Desgraciado, hijo de puta, encima de que aumentan el cospel no suben a la gente. Somos todos laburantes, hijo de puta, hacé bien tu trabajo. Nos tienen cansados, hijo de puta, con estos colectivos de mierda que se rompen, que nunca pasan, que encima no suben a los que vamos a trabajar. El chofer pide respeto. Si no se callan los bajo a todos. Yo comienzo a mirar hacia todos lados buscando un cómplice para reírme de la situación, que se torna densa. Si nos bajás a todos, te hacemos cagar entre todos. Te linchamos, hijo de puta. ¿Me linchan?, dice el chofer, y detiene el colectivo. No me muevo de acá hasta que me pidan disculpas. El A5 está frente a la central de policía, por lo que inmediatamente se acercan cuatro oficiales. Los municipales se bajan y dan parte de la cosa a los policías. La gente también los puteaba a ellos. Cuando el chofer intentó escudarse en la presencia de los inspectores, uno gritó ¿Qué? ¿Me vai a hacé una multa, pedazo ‘e culiado? Y todos rieron. Se reían de lo absurdo de la autoridad de un municipal arriba de un furioso A5. Un policía que actúa como el jefe de los otros tres sube a bordo y pregunta en habitual tono de bravucón ¿qué mierda pasa acá? Me amenzaron de muerte, dice el chofer, allá los del medio. El oficial se baja por la puerta de adelante y viene corriendo hacia la puerta del medio, donde estoy parado yo. Me pone el dedo en el pecho y me dice en tono amenazante que no debo amenazar de muerte a la gente. Yo no dije nada, le digo, solicitándole con la mirada que retire su dedo de mi pecho. Una compañera de trabajo se ríe de la situación porque sabe que no he tenido nada que ver en todo el asunto. El policía entonces me dice que no me habla particularmente «a mí», aunque no retira su dedo de mi pecho. Me duele. Me da gracia. El policía ordena que nos callemos y nos comportemos porque sino vamos a tener que viajar con un oficial a bordo. Mandá un mecánico, también, porque esta mierda seguro que se rompe, le gritan. Listo, van con un policía. ¡Márquez! grita el que parece comisario. ¿Yo, señor? le dice Márquez. Si, usted. Acompañe al chofer hasta el final del recorrido. Márquez tiene una mirada de resignación que me llena de ternura. El colectivo retoma su ruta. Lo más gracioso es que cada pasajero que se baja, durante el resto del recorrido, mientras desciende le grita al chofer: ¡chau, culiau!

 

Día 30.

La gente es rara. Tiene mundos tenebrosos adentro suyo. No me he animado a transcribir los sueños recurrentes de una mujer que sólo sabe hablar de productos de limpieza, ni las amenazas de decadencia que caen sobre la sociedad moderna desde la boca de un jubilado que sube de lunes a viernes en Santa Fe y La Rioja y baja en el CPC de Monseñor Pablo Cabrera. Mañana vuelvo a mi walkman y empiezo a ahorrar para comprarme un autito. Quería comprar 100 pesos de marihuana para ver qué mierda se siente tener una fuckin piedra de ese tamaño, pero desisto, pensando en Bort. La chica del pelo como alfombra mágica está sentada a la derecha de un asiento vacío. Es mi último día de experimento en un A5. Mañana empiezo a escuchar Cadena 3. No veo la hora de comprarme un auto, le digo. Se ríe. Cuando me lo compre te paso a buscar. Voy a tener aire acondicionado. ¿Te falta mucho?, pregunta. Ahorré 100 pesos, le digo. Levanta las cejas y sonríe. Actualmente, digo sin mirar a los ojos de nadie, soy un hombre feliz.

 

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Los experimentos hasta hoy:

1. 30 días intentando hablar con quien se siente al lado mío en el colectivo.

2. 30 días intentado resulatrle interesante a los taxistas

3. 30 días sentándome en los canteros de la peatonal para conversar con los que se sientan en los canteros de la peatonal.

4. 30 días comprándole boludeces a los vendedores ambulantes del centro de Córdoba.  

 

  1. Hube leído tus 30 días intentando con los taxistas y, también, el de la peatonal.
    Un pellizco en el zonpe por la iniciativa.
    Te seguiré comentando en la medida en que este vicio de leer weblogs me haga abrirte de cuando en cuando, junto a Clarín y al Foro de Mujeres Famosas.
    Besos,

    El Mudito.

  2. Loco, seguimos sin concretar un triste café o una birra, pero hoy me pasé leyendo los experimentos, entre otras cosas, con unos amigos. Sigo recordando las noches de cervezas con los vándalos de siempre intentando leer una nota entera de la piedra sin que nos duela la panza, e intentando leer sin ataques espasmódicos de risa. Sigo creyendo que sos muy groso. Te felicito, te agradezco la invitación a este blog, y como reflexión, te comento que me suena simpático leer «You’re currently reading ‘Experimentos /// 1. Colectivos.,’ an entry on Pinchilón Fonseca»

    Un abrazo.

  3. […] No fui a la Feria del Libro, y termina mañana. Tampoco asistí a la incursión de Callejeros en La Esquina del Abasto, y fue anoche, mientras yo tomaba leche en la camita y veía Sala de Emergencias y La Hora Crítica en Discovery. No estuve en la Semana de la Moda del Olmos (eso se nota), ni en las abundantes charlas culturales que se han dado en Córdoba. No he posteado sobre el nuevo Perfil on line (sigo con el papel a full), ni sobre el karma de viajar en el A5 (aunque da para un libro, o un buen post como el de Emanuel). Pero acá estoy, feliz de que mi post de despedida momentánea haya tenido seis comentarios (lo tomo como q me extrañan), y de que esta huída temporal se haya terminado. Este jueves habrá fiesta en línea: sale la nueva Voz On Line. Y la espera habrá valido la pena. Posta […]

  4. Realmente no entiendo bien tu «proyecto» , es que debe ser que me he tomado colectivos durante más de 15 años y nunca me pasó nada de lo que vos relatas , y ademas se nota que mostras soberbia social solo por conocer un poco pink floyd(y bandas afines), leer perfil y recalcar siempre que podés tu eterna lucha adolescente de «vos contra el mundo»…en realidad como idea, era bárbara , no lo niego…y no! yo no lo voy a hacer «mejor», sólo me limito a leer cosas de vez en cuando…es solo una crítica

  5. Sábado noche, mejor dicho, domingo de madrugada, y sigo leyéndote. ¡Horas de mi vida frente a una computadora leyéndote! Y con la misma emoción con que leí esa redacción en la que me escribiste:»no puedo describir mi casa porque cada 18 meses nos mudamos; no podemos renovar los contrtos de alquiler así que cambio de casa, de barrio y de amigos cada 18 meses y, la verdad, en este momento se me confunden todas las casas». ¡Hijo de puta!, gracias

  6. No sé si es extraño; seguro que no te es desconocido. Yo estoy metido en experimentos parecidos. Digo metido porque fui metido, no me metí yo mismo por mi propia y volutariosa voluntad; me metieron de prepo, pa que me haga hombre. Y carezco de gracia personal, pero parece que fui, al menos, bastante gracioso para otros; pero uno no es un poema: o escribe, o es un boludo. Cuando el poeta es malo ocurre una yuxtaposición, pero son categorías que, quiero pensar, tienden a contrarrestarse. La vida duele, pero… si uno es masoquista ta todo bien. Chau.

  7. el lugar que vos citas cerca de villa rivera indarte se llamaba «quicharisca» y yo tambien me tire de la alfombra magica jajaja era re pendejo y todavia me acuerdo tambien soy usuario del trasporte publico de la linea A,que hijos de puta ,arreglen las ventanillas nooo demasiadas coincidencias muy bueno tu blog loco segui asi loco ,me transportaste al pasado

    que le vamos a hacer…

  8. esto es una mierda carajo,yo dije experimentos para el colegio carajo o acaso quieren chuparme la trola o qe los biole mierda

  9. Soy Alumno del IES y comprendo tu resentimiento y/o prejuicio los cuales son muy ciertos, es normal encontrar las pendejitas forras a las cuales los papis les pagan el departamento a dos cuadras de la facultad,el internet, y las cuotas para que se terminen quejando de los trabajos prácticos que los profesores piden, o que desaprueben las materias.

    Yo me rompo el culo trabajando para pagarme la compu, internet y las cuotas que no son nada baratas, hay gente rara ahi adentro, bah no se quien es el extraño o no, yo me abstraigo en cosas raras y me siento mejor…

    en fin visitate este sitio mio, tiene animaciones propias, quizas no las comprendas, es lo que quiero.

    http://www.calicantocba.com.ar/vv/notequieromas.html

    Vedo

  10. Hace una caterva de años que me tomé el buque por falta de emolumento. No no-guita nada más que ya es jodido, sino no garpe del sueldo. Porque laburo tenía.

    Pero de antes de piroscafearme en viaje de ida, me acuerdo de los años en Palomar, Laferrere y conchabos afines, y sus colectivos penumbro-violeta tipo confitería trampa a mil el Cóncavo y Convexo.

    Gracias Emanuel por la oportunidad de atisbar el presente, rasguñar el pretérito y soñar quizá un futuro.

  11. gracias che gurí,

    si vuelve, que sea con felicidad
    si no vuelve, lo mismo.

  12. Ni hablar de tranvias, digo colectivos, no me traen buen recuerdo y menos los pasamanos.¡uyyyyy!

  13. hola ema soy cami tu sobrina estoy con tu mami leimos el cuento colectivo estabas enojado igual me gusto tu cuento

  14. me tomé tantas veces el A5, y pensé muchas veces en experimentos parecidos a este. pero bueno, hace falta un poco más de ¿poesía? para un viaje que suele terminar con la paciencia. Adiós

  15. muy lndos sus esperimentos ps

  16. o00 vayanse a< la mierda

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